Quedamos, perdidos y amargados de dulzura falsa y de promesas rotas. Distraídos de las maravillas que tal vez podríamos haber creado, de las montañas que hubiésemos movidos.
Maldito tu pensamiento que me hecha de su lógica y maldita la mía que no entiende de tardes de melancolía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario