Y ante luces que cegaban sus ojos, música que dañaba sus oídos y rostros rebosantes de alegría y alcohol, sintió que definitivamente no pertenecía allí. Dos segundos luego, sacudió bruscamente su cabeza para salir de su ensimismamiento, ordenó un segundo trago y se puso a bailar: a no “desperdiciar” otra noche pensando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario